Argentina y el decálogo de un buen equipo
La Selección Argentina cerró un año excepcional con una Copa América, el pasaje a Qatar en el bolsillo y la nítida sensación de haber escalado a la reducida elite de eso que a grandes rasgos se da en llamar «un buen equipo».
Es decir, un equipo de ideas claras, bien repartido en inspiración y sudor, y una regularidad que invita a deducir que está en condición de competir de igual a igual con los mejores del planeta.
Y eso, conste, a nueve meses del Mundial y con una formación que, la oportunidad consiente, debe de ser subrayada por la negativa: sin su súper estrella, sin su mejor defensor y sin dos pilares del medio campo.
(Lionel Messi, Cuti Romero, Rodrigo De Paul y Leandro Paredes).
¿Cuáles son los grandes trazos refrendados ante Colombia y en 2022 en general?
•Uno: La Selección ya plasmó con holgura el complejo rompecabezas cuyas piezas indispensables son plantel, equipo y comunión grupal.
•Dos: Para que no haya dudas: comunión grupal que trasciende la que de por sí sería deseable y vital, la de los jugadores mismos. Comunión, sólida, convencida, hasta dichosa, entre los que entran a la cancha y el cuerpo técnico.
•Tres:Dichosa, por qué no decirlo, en las sensaciones que emana tras partido: estos muchachos son felices con la albiceleste ajustada al cuerpo y están ávidos de competir y ganar.
•Cuatro: Esta Selección es un buen equipo, porque sabe estrechar las distancias entre su potencial y su calidad de ejecución.
•Cinco: Honra una sagrada ley de los deportes de oposición directa: hacer lucir lo propio y opacar y disminuir las herramientas ajenas.
•Seis: Dispone de un don de presionar, intensidad que le llaman, ajeno a la enorme mayoría de las selecciones sudamericanas, salvo Brasil, desde luego, y eventualmente Ecuador, sobremanera en la altura de Quito.
•Siete: En ese sentido, aprendió a reducir las bajas de tensión y por añadidura también a achicar los márgenes de sufrimiento cuando llegan los inevitables momentos de asedio adversario.
•Ocho: Y aunque ya que de momento hablamos, tiene fragmentos de cierta vistosidad, urge aclarar un mal entendido: Argentina no juega bien por vistosa. Una cosa es jugar bien y otra es la vistosidad. Incluso se puede ser un equipo mal en clave vistosa. Son los típicos exponentes del «tiki tiki» que hacen buena caligrafía de área a área, pero atacan mal y defienden mal.
•Nueve: A esta Selección, la del invicto de 29 partidos de la mano de Lionel Scaloni, le llegan cada vez menos y cuando llega no necesariamente golea, pero sabe esgrimir la carta eficaz que al final del camino cerrará las cuentas con saldo positivo.
•Diez: Por lo menos hasta donde se ve y en el rango que se mueve, el de su continente, ha exorcizado el fantasma de la extrema, tóxica dependencia del genio de Messi.
Y por fuera del catálogo, pero como una guía susceptible de ser reconocida por exitistas y charlatanes de pelaje variopinto, la Selección Argentina –léase jugadores y cuerpo técnico- persevera en no declinar jamás los anticuerpos de la humildad.
Sin humildad no habría ninguna chance de llegar lejos en el Mundial y aun con toneladas de humildad en las valijas, la cuesta será ardua por donde se la examine.
