Según un estudio, el país ganador del mundial podría recibir un fuerte impulso económico
El país ganador del Mundial de fútbol, además de traer una copa y añadirle una estrella a su camiseta, recibiría un beneficio en su economía, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Surrey, del Reino Unido.
De acuerdo con la investigación, que toma en cuenta datos económicos desde 1961 en adelante, quién gana la Copa del Mundo suele recibir un crecimiento adicional de 0,25 puntos porcentuales en su Producto Bruto Interno (PBI) en los dos trimestres consecutivos a la victoria.
Gran parte del impulso viene de la mano de un crecimiento en las exportaciones, ya que el campeonato viene de la mano de una mayor visibilidad para los productos y servicios del país en el mercado global.
El estudio, que lleva la firma del investigador Marco Mello, afirma que la situación del campeón contrasta del país que organiza el evento, cuyo PBI no suele registrar grandes efectos.
En una entrevista realizada a la agencia de noticias Bloomberg, Mello señaló que este salto en las exportaciones se vivió, por ejemplo, en Brasil luego de ganar su quinto titulo en el Mundial Corea-Japón en 2002.
De cara a la final de este domingo, Mello considera que la Argentina se encuentra mejor posicionada, por su perfil exportador, a recibir este empuje.
“Si hay uno de los dos países que más se puede beneficiar, similar al caso de Brasil, es la Argentina y no Francia. Habría un efecto menor para Francia ya que, además, es el campeón vigente por lo que sería una menor sorpresa”, opinó el académico.
Mello no es el único que piensa de esta forma: el columnista de la revista Forbes, Allen Saint John, escribió en ocasión de la final de 2014 entre la Argentina y Alemania que “en los meses que le siguen a la victoria, parece haber un alza de corto plazo en la productividad”.
Incluso llegar a una instancia avanzada como los cuartos de final podría derivar en mayores exportaciones y en una diversificación del intercambio, detalló Mello. Sin embargo, hay excepciones, y los países involucrados en crisis económicas a la hora de desarrollarse el Mundial podrían no recibir las mismas ganancias.
“Si hay un país que ganó uno de los últimos Mundiales y que no se benefició mucho es España en 2010, involucrada en la crisis de deuda soberana de Europa”, ilustró el investigador.
Impacto económico en Qatar
El partido de este domingo entre la Argentina y Francia le dio el broche final al Mundial de fútbol de Qatar, un evento que no sólo movilizó las pasiones de millones de personas a lo largo del mundo, sino que también representó un fuerte impacto económico en el primer país del Golfo Pérsico que lo albergaba.
La expectativa de Qatar, un pequeño país de menos de 12.000 kilómetros cuadrados cuyo fuerte se encuentra en sus reservas de gas, era que el Mundial le permitirá ingresar US$ 17.000 millones a su economía, algo menos de los US$ 20.000 millones que se estimaba en un inicio. Pero el de este año no escapa a una de las reglas de los mundiales: por lo general y en un principio, suelen ser ruinosos económicamente para los organizadores, con excepción – en la historia reciente- de Alemania 2006 y Rusia 2018.
Las ganancias de Qatar 2022 solamente permitieron cubrir, de cumplirse con las previsiones, menos del 10% de la inversión de US$ 220.000 millones para albergarlo, según datos recopilados por la agencia de noticias Bloomberg.
El gasto que insumió el Mundial para Qatar fue el mayor de la historia del evento que comenzó en 1930, casi 15 veces más de los US$ 14.200 millones de Rusia 2018.
Sin embargo, pese a que a corto plazo le implicará al emirato una pérdida, los beneficios a largo plazo podrían ser superlativos.
De US$ 220.000 millones que gastó desde que fue elegida como sede en 2010 – cifra que representa más de un Producto Bruto Interno (PBI) de Qatar, calculado en US$ 180.000 millones en 2022-, sólo US$ 6.500 millones se destinaron a la construcción de siete estadios y la remodelación de uno. El resto fue insumido para construir cientos de hoteles, remodelar 1.000 kilómetros de rutas y autopistas y construir vías férreas, toda una infraestructura que quedará para el país luego del último silbato.
Un ejemplo es la ciudad residencial y comercial de Lusail, a 23 kilómetros de Doha, construida prácticamente desde cero alrededor del estadio homónimo, o el propio metro de la capital, cuyos 76 kilómetros fueron construidos en sólo nueve años.
La idea era, al fin y al cabo, visibilizar a Doha y alrededores como un centro para el comercio y el turismo, intentando reducir la fuerte dependencia de los hidrocarburos, los cuales representan mas del 60% de su PBI y 70% de los ingresos del Estado.
En el caso del turismo, por ejemplo, la intención era llevar los dos millones de visitantes anuales de 2019 a seis millones para 2030. Por lo pronto, las expectativas para el Mundial no se cumplieron: de los 1,2 millones de visitantes previstos, sólo 765.000 llegaron en las primeras dos semanas del Mundial.
Sportwashing, sobornos y una política negativa de DDHH: la imagen de Qatar frente al mundo
Presentarse como una vidriera al mundo, sin embargo, pudo ser un arma de doble filo para Qatar ya que no siempre estar en el foco puede representar una mejor imagen. El país fue acusado de «sportwashing», es decir, de usar el deporte como forma de limpiar su imagen frente al mundo, especialmente en lo concerniente a su política de derechos humanos.
Además del Mundial, Qatar también fue cuestionado por esta práctica a partir de inversiones en clubes europeos como el Paris Saint-Germain (PSG), o en otros deportes como la Fórmula 1, donde firmó un contrato con Liberty Media para hospedar un gran premio por diez años.
A los 6.500 obreros de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka que murieron en los preparativos del torneo al ser sometidos bajo el estricto sistema laboral kafala – según un informe del periódico británico The Guardian junto con organizaciones no gubernamentales- , se le sumaron las sospechas por presuntos sobornos para convertirse en sede y los cuestionamientos por el trato desigual hacia las mujeres y la discriminación hacia la comunidad LGBTIQ+ en un país donde la homosexualidad es considerada un delito.
Por otra parte, existe la duda sobre si la infraestructura de Qatar no quedará sobredimensionada hacia el futuro, pues la misma se preparó para recibir 1,2 millones de visitantes, más de la mitad de su población de 2,8 millones de habitantes.
Lo mismo puede decirse de los estadios, donde el equipo más importante de Qatar (Al-Saad), suele reunir a 1.500 espectadores, una ínfima parte de los 80.000 que puede alberga el estadio Lusail, cuya capacidad será reconfigurada a 40.000 asientos luego del evento.
Si bien uno de los estadios, el 974 Stadium, ya comenzó a desmontarse al haberse realizado en base a containers, Qatar deberá encontrarle un destino al resto de los estadios y seguir pagando por su mantenimiento.
La FIFA y los sponsors ganaron el campeonato de las ganancias
Si bien el Mundial suele representar una inversión para el país organizador que no siempre recupera, la organización de la Copa del Mundo le otorgó grandes réditos a la FIFA y a los sponsors.
En lo que respecta a la venta de entradas, Qatar superó los 2.400.000 tickets que se expendieron en el anterior torneo de Rusia acercándose a los 3 millones, con un 94% de ocupación en la fase de grupos.
Sin ir más lejos, el partido entre la Argentina y México recibió a 88.966 espectadores, la mayor cantidad desde la final del Mundial 1994 en Estados Unidos. Pero, al igual que con los ingresos de los sponsors y los derechos televisivos, todo quedó en manos de la FIFA y nada para Qatar, país que tampoco se benefició de la recaudación por impuestos ya que la federación de fútbol solicita exenciones para la venta de las entradas y el merchandising.
La FIFA se hizo cargo de todos los gastos operativos calculados en US$ 1.700 millones, incluyendo los premios de US$ 440 millones – de los cuales, US$ 42 millones irán al ganador-, la transmisión, los resarcimientos para los clubes y los trabajadores del evento, con excepción de los costos de la seguridad, que debió pagar Qatar.
Sin embargo estos gastos no le hicieron sombra a los ingresos: el balance de la federación madre del fútbol es que ciclo comercial de este Mundial (comprendidos los años 2019 a 2022) le dio una caja de US$ 7.500 millones, US$ 1.000 millones más de lo previsto e impulsado por la entrada de patrocinadores locales como Qatar Energy, o de sectores económicos en boga, como las criptomonedas, en el caso de Crypto.com que se sumaron a los históricos como Coca-Cola, Visa o Adidas.
La cifra superó así, con holgura, los ingresos de US$ 5.400 millones del Mundial de 2018 disputado en Rusia. La proyección es que, con el impulso al futbol femenino y la ampliación a 48 equipos en el próximo Mundial, la entidad recibirá US$ 11.000 millones en los próximos cuatro años.
El presupuesto, presentado por la FIFA, prevé en ese marco un 50% más de ingresos, principalmente a partir de nuevos acuerdos de sponsors – hasta el momento solamente los de Adidas, Coca-Cola, y Wanda se encuentran extendidos para los próximos cuatro años- y contratos de televisación, según la agencia de noticias Bloomberg.
Dentro de los sponsors, uno de los grandes ganadores es Adidas. Pese a haber vestido a siete países contra los 13 de Nike -lejos de los dos tercios de selecciones de Mundial con los que tenía acuerdos en Italia 1990- la marca de las tres tiras logró un fuerte impulso en las ventas.
Con contrato con la FIFA hasta 2030, la firma alemana de indumentaria deportiva no sólo se ganó un lugar en la final del mundo al confeccionar las camisetas de la Argentina, sino que espera ventas por 400 millones de euros (US$ 423.780 millones) en productos vinculados con el Mundial con un incremento de 46% en su categoría de fútbol, de acuerdo con su último balance.