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Pablo Borla. El riesgo del pensamiento único.

George Orwell, autor de “1984” y “Rebelión en la granja” dijo que “Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”. ¿Tendremos el valor de escuchar aquello que no se acomoda a nuestros pensamientos?

Una de las tantas y variadas consecuencias de la pandemia mundial de la COVID-19 es la exacerbación del instinto de supervivencia hacia un modo básico. La necesidad de sobrevivir es egoísta y de valores simples. En ello, el pensamiento uniforme, el “sentido común”, la frase vacía de contenido pero cargada de emocionalidad encuentra un terreno fértil.

Una tendencia que venía en desarrollo tuvo una reafirmación en el contexto del confinamiento gracias a un mayor uso de las redes sociales: la estigmatización y el aislamiento social de las personas que, siendo referentes en la comunidad, se atrevieron a emitir opiniones contrarias al pensamiento dominante o, quizás, políticamente correcto.

Uno de los capítulos de la serie futurista “Black Mirrow” denominado “Blanca Navidad” se desarrolla en una sociedad hiperconectada en la que mediante el uso de dispositivos se puede bloquear personas en la vida real, del mismo modo en que lo hacemos actualmente en las redes sociales. Esto es factible y de hecho hace dos años la empresa Google presentó su tecnología Looking to Listen, que permite aislar por completo la voz de una persona en un video y de este modo, silenciarla sin que desaparezca de la imagen. En este enlace se puede encontrar un ejemplo de ella: https://bit.ly/2CiDa41

Recientemente la afamada escritora de la serie Harry Potter, J.K. Rowling comentó a través de Twitter que solo las mujeres pueden menstruar, afirmación que fue tachada de denigrante y transfóbica, entre otras calificaciones que, masivamente tuvieron repercusión en los diferentes medios de comunicación y en especial en Twitter.

De la misma manera estas iniciativas de bloqueo y segregación sucedieron con otras celebridades (y no tanto) internacionales, nacionales y de entrecasa. La condena social se adelanta a los fallos judiciales y saca conclusiones que son más derivadas de procesos emocionales que de pruebas concretas y aunque -más adelante en el tiempo- la Justicia corrobore los delitos o los absuelva, la acción de reivindicación tiene muchos centímetros menos en las Redes.

Como una impronta tecnológica de ejercer bullying, desde el anonimato o por lo menos desde la confortable distancia que brindan las redes sociales, se producen este tipo de campañas que instan a bloquear (hacer desaparecer) a aquellas personas que dicen o hacen algo que no nos gusta. En una comunidad en la que el éxito en las Redes tiene una cierta equivalencia con el éxito social, el antiquísimo ostracismo practicado por los antiguos griegos se ha modernizado desde lo que se ha denominado la “cancelación”.

Cual una mala hierba, brotan por doquiera amigos virtuales que de manera altruista quieren salvarnos de nosotros mismos y de nuestros pensamientos incorrectos, que nos dicen a quién tengo que apoyar u oponerme; como pensar o sentir, y si no se piensa como ellos creen que es correcto brota una fuente de insultos y descalificaciones, una catarata de odiadores decididos a ahorrarse el trámite de la confesión o la terapia para expulsar sus demonios mediante la vía más sencilla de descargarse online.

 

 

Las frustraciones, desilusiones y las injusticias sufridas, se hacen carne dirigidas hacia un blanco que se vuelve fácil, y con mayor razón si es una celebridad. Yo, puedo ponerme a su altura cuestionándola. Puedo ser célebre desde un discurso de odio que también vuelve populares a algunos comunicadores y dirigentes quienes -libertad de expresión mediante- vomitan diariamente, con expresiones ampulosas y exacerbadas, argumentaciones apocalípticas contra los que no piensan como ellos.

Albert Camus, el autor de “La peste”, dice que desde la revalorización de la inteligencia y el pensamiento crítico se puede evitar que se impongan las filosofías del instinto. Desde éste, no importa tanto comprender como sentir y por lo tanto, la irracionalidad se impone.

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer, hacia principios del siglo XIX definía al pensamiento único como aquel que se sostiene a sí mismo, formando una unidad lógica independiente sin mayores referencias a otras componentes de un sistema de pensamiento.

Seguramente el ilustre pensador abordaba ese concepto con una idea más cercana a la concepción ideal del pensamiento perfecto, el que por su valor de certeza se convertía en verdad. Una manera diferente de abordaje a la que rige en estos tiempos en los que el pensamiento único parece más hijo de la pereza intelectual que de la especulación filosófica.

La escritora nigeriana Chimamanda Adichi, en una Charla TEDx destaca gráficamente el peligro del pensamiento único y el relato de una sola historia y concluye afirmando que “Cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que no hay una historia única sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de Paraíso”.

Éste es el enlace de la charla para quienes quieran escucharla en su totalidad: https://bit.ly/2COBwHe

Es cierto que hay personas con las que no podríamos establecer siquiera un diálogo porque sus posiciones son absolutamente opuestas a las nuestras e incluso pueden resultarnos agraviantes. Personalmente no creo poder hacerlo con alguien filonazi o racista. De hecho, me alegra estar en la vereda de enfrente de esas lamentables expresiones.

Michael Foucault, en sus “Obras esenciales” invita a “atreverse a pensar contra sí mismo” como un desafío último a nuestras convicciones y certezas más arraigadas.

La democracia se construye desde el diálogo en un sistema de equidades. «Tolerancia» no me llena. Tiene un barniz de superioridad moral.

«Yo -que soy más bueno/a, más civilizado/a te tolero. Tolero tu pensamiento diferente. Tolero que seas distinto». Es decir, más que aceptarte, tengo tolerancia hacia vos y podemos convivir.

En un esquema colectivo en el que la solidaridad, la aceptación y la humildad son fortalezas y no debilidades, el pensamiento único no tiene lugar, sentido ni provecho.

Gentileza: Diario Punto Uno.

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