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Opinión | Bicisendas de Salta: “20.000 leguas de viaje con ruedas desinfladas”

SALTA-POR BARTOLOMÉ BASURTO: Ya los antiguos a la sombra de los abedules se entregaban en sus momentos de ocio creativo al análisis de los profundos enigmas de la razón: “¿Qué será primero, el huevo o la gallina?”, se planteaba Cloqueo de Avetorio, allá, por el siglo V A. de B.

Este interrogante atravesó la historia sin poder ser resuelto, ni siquiera aplicando la Duda cartesiana porque jamás se pudo llegar a la yema del asunto.

Ocurre igual con algunas decisiones políticas que se toman 2.500 años más de que Cloqueo se preguntara qué hacer primero. Siendo que en el gabinete municipal de la Capital de Salta existen varios personajes píos (por sus devociones confesionales, se entiende. Conviene aclarar antes que algún malavenido nos acuse de insinuar que tienen cerebro de pollo), éstos dichos numerarios de la burocracia y leídos en materias filosóficas, se han planteado igual interrogante: ¿Qué será primero? ¿El puesto o la Ciudad?

Concluyendo “prima facie” que primero está el puesto, esto ordena que algo útil hay que hacer.

Y allí comienza el segundo momento del intríngulis: ¿Con qué dejar una huella para que los venideros digan “¡Hic est nostrum!”?

Pero ocurre que, cuando los gabinetes deciden dejar su impronta en la ciudad, más que una huella de su paso termina siendo una cicatriz.

Los esclarecidos espíritus del municipio, inspirados siempre por los clásicos, seguramente han recurrido nuevamente a los clásicos buscando aquella sentencia que les marque el camino.

Más no la hallaron en los pensadores de la Grecia antigua, ni en los de la tradición ciceroniana, sino en aquel “judicium” del Maestro, Carlitos Balá que dijo: “Como el movimiento se demuestra andando… ¡Andemos! ¡Pero en bicicleta!

Dícese que tras sesudas reuniones y luego de la consulta al Manual de Piñón Fijo, se concluyó en que lo mejor para una Salta Capital pospandemia sería que todos anduvieran “Pedaleando por las calles, voy por la ciudad”.

Y hete aquí que surgió entonces otra vez la duda: ¿Qué será primero? ¿Las bicis… o la bicisenda?

Y decidieron “Sea la bicisenda”. Así, repitiendo los viejos procedimientos de hacer y ver después que pasa, una práctica usual de los gobiernos que es como “andar en bicicleta”, porque cuando la hiciste no se te olvida más.

Sin previo aviso y en lugares estratégicos se instalaron estos segmentos de hormigón que han generado la costumbre en los automovilistas de estacionarse sobre ellos.

Algunos piensan que sería útil pensar para el verano cuando las vías principales se inundan, proveerlas de boyas marinas señalizadas con balizas. Y así…

Así, muchos se preguntan: ¿A dónde llevan las bicisendas? A todas partes y a ningún lado. A todas partes a los miles que se derramarán causando más caos en una ciudad de tránsito caótico y jamás resuelto. Al gobierno municipal, a ninguna parte porque la idea pudo ser buena si antes se hubiese formulado una campaña de educación vial para los salteños que confunden las arterias céntricas con el Circuito de Mónaco.

Y sobre todo para los ciclistas que piensan que montarse en el velocípedo es igual que gobernar: hay que hacer equilibrio nomás.-

Fuente: Ernesto Bisceglia

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