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Octubre rojo. Por qué la elección bonaerense sembró de dudas el camino libertario.

Varias veces en este espacio hemos hablado de “la peor semana de Milei en el Gobierno”. Está claro que, por lejos, ese “demérito” le correspondió definitivamente a la que acaba de transcurrir. El único aliciente, si hay alguno, debería encontrarlo el Gobierno en que en el transcurso de los días que sucedieron al domingo negro, los mercados no se hayan incendiado.

Tampoco la sacó barata: el riesgo país traspasó los mil puntos; el dólar terminó la semana tocando el techo de la brecha, y el ministro de Economía anduvo gastando dólares para tratar de contenerlo. No son pocos los que le reprochan a “Toto” haber lanzado su malhadada frase “comprá, campeón, no te la pierdas”: desde entonces, la divisa norteamericana se desbocó definitivamente. Aunque el “desbocado” -¿qué duda cabe?- fue él, que adquirió malos modos en el mundo libertario que consolidó en el canal de streaming Carajo al que asiste periódicamente para bajar línea económica, aunque en su última incursión -post electoral-, fue más medido. Ahí también la bala entró.

Al que el proyectil le entró completó fue al presidente Javier Milei, que como hemos dicho esperaba una derrota módica que terminara contribuyendo a una posterior remontada en octubre, por los fantasmas kirchneristas que generarían un resultado de ese tipo. “Módica” hubiera sido hasta 5 puntos, como ya hemos dicho, aunque en vísperas de esas elecciones advertimos aquí que desde círculos empresariales alertaban que “perder es perder”, desnaturalizando el supuesto beneficio de una “derrota estratégica”. Cuando promediando la tarde del domingo aciago las bocas de urna comenzaron a anticipar la magnitud del desastre, la zozobra ganó a las figuras más encumbradas del escenario libertario.

Inmediatamente comenzaron a buscar responsables y errores, aunque como los primeros son intocables, prefirieron reconocer fallas. El eslogan de campaña “kirchnerismo nunca más” quedó identificado como una frase absolutamente errada, y no volverá a ser escuchada camino a octubre. Mal que le pese al Gobierno, el presidente fue el gran perdedor de esta elección. Porque aunque Axel Kicillof emerja victorioso, no está claro que la gente haya plebiscitado su gestión. Sí lo hizo con Milei, cuyo gran error fue nacionalizar el comicio.

Lo dijo en la semana Joaquín de la Torre. Exministro de Gobierno de María Eugenia Vidal, de efímera cercanía con los libertarios al inicio de la gestión, pero con amplio conocimiento del territorio bonaerense, compitió en San Miguel con boleta corta y marcó un detalle clave de la debacle. Recordaba en la semana que Mauricio Macri optó en su momento por el gradualismo, convencido de que le resultaba imprescindible ganar las elecciones intermedias. Milei en cambio fue por el máximo ajuste de entrada, desentendiéndose de las legislativas y apostando a cosechar los frutos en cuatro años. Pero inexplicablemente cambió el discurso cuatro meses antes de la elección bonaerense, sobrevalorando la importancia de las elecciones intermedias y nacionalizó esta elección de legisladores provinciales, concejales y consejeros escolares.

El discurso presidencial del domingo, en el lúgubre escenario de la derrota, fue medido y atinado. Reconoció errores y prometió correcciones, pero ratificó el rumbo y prometió endurecer el programa. “No se va a modificar, sino que se va a redoblar”, advirtió, y citando a Churchill cerró su mensaje diciendo que “el éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal, lo que cuenta es el coraje para continuar”. En realidad, dicen que esa es una de las frases que le adjudican erróneamente al líder británico. No importa, no es nada que permita imaginar un milagro para octubre, al menos en la provincia de Buenos Aires, donde hay en disputa nada menos que la mayor cantidad de bancas.

Si se reiterara allí el resultado del 7S, el peronismo -que pone en juego 15- ganaría 19. La Libertad Avanza se alzaría apenas con 13. La apuesta es achicar la diferencia, porque con casi 14 puntos de diferencia, revertirlo es imposible.

Lo que sucedió en la semana fue más de lo mismo en materia política. El Gobierno difundió la decisión de crear una mesa política nacional y una mesa de diálogo federal con gobernadores. Nada que no haya anunciado antes sin haberlo cumplido. En eso se parece mucho al Gobierno de Alberto Fernández, con el perdón de la palabra.

La estrategia comunicacional, esencial en el ascenso de Milei al poder, sigue un tanto oxidada. La primera imagen del gabinete reunido el día después del traspié, con Milei en la cabecera y varios pulgares en alto, lejos estaba de contagiar optimismo.

Exjefe del bloque oficialista, eyectado durante la primera demostración de internismo extremo en ese espacio, el diputado Oscar Zago se mostró igual siempre cercano a las necesidades de LLA, aunque en los últimos tiempos dejó de ocultar diferencias. El viernes fue muy crudo al describir el estado de situación del Gobierno: “Creo que le dieron una trompada, lo noquearon y no reacciona por ningún tema”, sintetizó con crudeza.

La exitosa campaña presidencial de la fórmula Milei-Villarruel nunca hizo eje en el kirchnerismo. De hecho, siempre se le reprochó inocultables puntos de contacto al oficialismo actual con el gobierno anterior, de ahí que sonara sobreactuada la insistencia del presidente en “ponerle el último clavo al cajón del kirchnerismo”. Nada peor para Milei que fuera Kicillof -“el enano soviético”, como lo llama despectivamente- quien terminara derrotando a Cristina con su estrategia de desdoblar la elección bonaerense -contra los deseos de la expresidenta-. Aunque nadie puede darla por liquidada: su poder de daño sigue siendo letal y sigue ensañada con el flamante aspirante presidencial, que debe tomar nota de ello.

La elección del domingo lo cambió todo: también las expectativas para el 26 de octubre, cuando todos los pronósticos auguraban una victoria violeta en todo el país. El efecto bonaerense puede generar contagio en buena parte de la Argentina, donde además pueden no ser tan confiables ya las encuestas, que no vieron los más de diez puntos de diferencia en el principal territorio del país. Será clave, para la consagración o resignación, lo que suceda en Córdoba y Santa Fe, donde LLA compite con los poderes locales. La provincia mediterránea es clave para los libertarios, donde Milei cosechó una montaña de votos en el balotaje, así como el macrismo supo hacer diferencia en su momento de apogeo. Allí es muy fuerte Juan Schiaretti, que compite como candidato a diputado y promueve el experimento Provincias Unidas que ya acumula seis gobernadores detrás, luego de haberse sumado el correntino Gustavo Valdés, que hace dos semanas humilló a LLA, hundida en el cuarto lugar de la elección luego de haber estado cerca de arreglar con la Rosada. Pero reclamó concesiones desmedidas para una alianza provincial y el acuerdo se deshizo.

Con el que sí hubo arreglo fue con otro gobernador radical, el chaqueño Leandro Zdero, uno de los tres mandatarios que inauguraron esta semana la ronda de reuniones con el Gobierno nacional con la que la Casa Rosada busca revertir la suerte, sobre todo en el Congreso, que se apresta a propinarle nuevas y contundentes derrotas esta semana.

Zdero fue más lejos que la foto con sus pares Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Alfredo Cornejo (Mendoza) y Guillermo Francos y compañía en Casa Rosada, pues se fotografió con el presidente y Karina Milei en Olivos. Muchos se preguntaron quién había pedido esa foto: ¿los Milei, para dar imagen de cercanía con los gobernadores; o el chaqueño, asediado en las encuestas por Jorge Capitanich, de cara al 26 de octubre? Tiempo de barajar y dar de nuevo, está opinado que semejante foto le sume a un gobernador en tiempos de debilidad del Gobierno. Chaco es una de las provincias donde se eligen senadores, y tanto el primer candidato para la Cámara alta, como la primera para la Baja, son libertarios; igual que el color de las boletas y el nombre de la lista: La Libertad Avanza y por supuesto violeta.

Hasta hace algunas semanas esos elementos podían resultar garantía de éxito; hoy todo ha sido puesto en duda tras la estrepitosa caída bonaerense. Siempre se supo que la condición minoritaria de LLA en ambas cámaras no variará, cualquiera sea el resultado de las elecciones intermedias, tan bajo es el número de legisladores que el oficialismo tiene en el Congreso. No hablemos de derrotas, pero si a La Libertad Avanza no le va tan bien el 26 de octubre, será aún peor el panorama para los próximos dos años en el Congreso, siendo que el presente es verdaderamente adverso.

Una vez más cobra sentido el consejo de Miguel Pichetto que le sugirió al Gobierno trabajar en la construcción de mayorías parlamentarias y abandonar la lógica de la confrontación permanente. Conformarse con un tercio, lo que le permite bloquear leyes, pero no aprobarlas, es una estrategia que lleva al estancamiento. El oficialismo debería haber consolidado hace tiempo una mayoría parlamentaria en lugar de apostar al conflicto como único eje político.

Tan admirador de Carlos Menem, debe recordar Milei que el riojano ganó la interna en 1988 y la presidencia en el 89 con un discurso y actitudes que mutó cuando se hizo del poder. Milei se vanagloria de haberse mantenido fiel a lo que mostró en la campaña. Pero gobernar exige algo más que coherencia ideológica: requiere construir poder político real. El presidente debería haber priorizado la articulación de mayorías parlamentarias, convocado a sectores afines y negociado con actores institucionales.

Gobernar no es resistir, es transformar. Y para transformar, primero hay que sumar.

Análisis político

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