Javier Milei ascendió formalmente a Presti antes de que asuma como ministro de Defensa
Carlos Presti puso por primera vez un pie en la Casa Rosada luego de ser designado el último sábado como ministro de Defensa. No fue para asumir, sino para participar de la ceremonia de entrega de sables en el Salón Blanco. El propio Presti recibió su diploma y Sable como Teniente General, cargo que ejerce desde marzo a través de un Decreto firmado por Luis Petri y el propio Javier Milei.
Fue un acto solemne, de tradición militar y a puertas cerradas, ya que no se permitió el acceso de la prensa.
“No es necesario que pase a retiro”, afirmó una fuente cercana al Presidente al ser consultado por la situación de Presti. Se trata del primer militar en actividad que asumirá un cargo en el Poder Ejecutivo desde el regreso a la democracia.
Milei rompe de esta manera uno de los consensos básicos de la democracia recuperada hace 42 años: ningún militar en actividad debía volver a ocupar un cargo político en un gobierno. No por estigma; por historia. La dictadura del 76 al 83 no es un recuerdo distante, sino una herida “ordenadora” del sistema político.
La escena, medida al milímetro por el oficialismo, se inscribe en la batalla cultural que Javier Milei libra desde el primer día: romper consensos, desarmar acuerdos, dinamitar lo que él considera “prejuicios ideológicos” de la democracia recuperada.
La decisión de Milei hace algo más que desafiar un tabú: revive un debate institucional que parecía clausurado.
Presti, un general activo rumbo al gabinete
Según fuentes de la Casa Rosada, Milei no quiere que Presti sea pasado a retiro. Si eso se confirma, será la primera vez desde 1983 que un militar en actividad ocupa el Ministerio de Defensa, un cargo político por definición.
La Ley 19.101, que regula la carrera militar, prevé que oficiales de los rangos más altos pasan a retiro en una serie de circunstancias —retiro obligatorio, decisiones del Poder Ejecutivo, fin de funciones específicas—. Mantener a un Teniente general en actividad mientras dirige uno de los ministerios más sensibles abre una zona institucional inédita en democracia.
Milani a favor: un respaldo inesperado
César Milani, el polémico ex jefe del Ejército durante el kirchnerismo, sorprendió al respaldar la designación de Presti. El apoyo de Milani, que suele incomodar tanto a militares retirados como a organismos de derechos humanos, introduce un matiz inesperado.
En un extenso mensaje en X, Milani sostuvo que es “rotundamente falso” que nombrar a un militar al frente de la cartera (que desde el 83 estuvo a cargo de civiles) sea un retroceso democrático, tal como había planteado Agustín Rossi, exministro de Defensa.
Si para algunos la presencia de Presti es una amenaza a la separación entre política y Fuerzas Armadas, para otros es una oportunidad para “reordenar” el sistema de Defensa desde adentro.
El consenso roto
Desde 1983 en adelante, todos los gobiernos, de Ricardo Alfonsín a Mauricio Macri, compartieron una premisa básica: la conducción del Ministerio de Defensa debía ser civil. Una forma de garantizar subordinación, profesionalismo y distanciamiento del poder político.
La llegada de Presti —sin retiro, sin transición y sin debate público— quiebra ese pacto.
El estilo Milei lo reconoce sin necesidad de decirlo: gobernar sin consensos, sin intermediaciones y sin pedir permiso. Su relación con las Fuerzas Armadas no se basa en la continuidad institucional, sino en una narrativa épica: reivindicar la autoridad, jerarquizar la verticalidad y desplegar una “guerra cultural” contra todo lo que él considera cimientos “progresistas” de la democracia.
En el Salón Blanco, con la prensa afuera y las puertas cerradas, se dio un paso más en esa dirección. No el último. Pero sí uno que marca un clima: el de un gobierno decidido a tensionar la memoria democrática y a desafiar los equilibrios que, durante cuarenta años, fueron la base del sistema político argentino.
FUENTE : PERFIL
